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El segundo del cuarteto y primero de los tintos fue Fuentes del Silencio Las Jaras 2019, el vino de pueblo de la bodega, elaborado con uvas de varias parcelas a lo largo del valle, y que toma su nombre de la jara, flor predominante en el paisaje. Las viñas se sitúan más al sur y a menor altitud, con suelos más arcillosos y cepas con un promedio de 70 años.

Las Jaras ensambla 90% mencía y un 10% restante de prieto picudo y Alicante Bouschet, que se trabajan por separado y un porcentaje con racimo entero. Las uvas se depositan en depósitos troncocónicos de roble francés donde se pisan y someten a larga maceración y fermentación, tras lo cual realizan una larga maceración antes de descubar y realizar la fermentación maloláctica en depósitos de roble y de hormigón, donde luego envejece durante nueve meses. El uso de poco sulfuroso y levaduras autóctonas es una de las enseñas de la bodega. Este tinto es goloso y muy untuoso, con una pizca inicial de tanicidad fruto tal vez de la fermentación parcial con raspón. Arrastra aromas a fruta oscura, mucho cassis, pero también un punto yodado de acerola, notas balsámicas a enebro y hierbas como la salvia. La producción ronda las ocho mil botellas.

El Fuentes del Silencio Las Quintas 2019 es un vino que procede de las viñas más al norte, con mayor contraste térmico y suelos muy pobres, y una edad promedio de 80 años. El vino ensambla 80% mencia, 10% Alicante Bouschet, y 10% palomino. Las uvas se depositan en tinos troncocónicos de roble francés y tras su fermentación ---siempre separada por variedades---  el vino pasa a barricas grandes de roble para su maloláctica y crianza por 14 meses. 30% de la uva se trabaja sin despalillar.

Es un vino muy goloso, pero menos denso en nariz y con mayor finura, que revela mucha más fruta oscura, cerezas bien maduras, tonos más salinos y una sensación terrosa y alguna nota tostada. Unas cuatro mil botellas conforman su producción.

El último del cuarteto fue el Fuentes del Silencio La Gándara 2019, un vino de parcela única ubicada en una pequeña colina a orillas del río, en cuya cima hay una parcela de poco más de una hectárea de viña muy vieja de entre 70 y 100 años, rodeada por un bosque de encinas. El suelo es de arcilla roja, con un alto contenido de hierro y también algo de canto rodado.

Aquí también se funden mencía (87%), Alicante Bouschet (10%) y palomino (3%) que fermentan con levaduras autóctonas, aunque no de la especie saccharomyces. Las uvas fermentan en barricas abiertas de 500 litros de roble francés y austríaco con muy lenta maceración y fermentación, y una posterior crianza de 14 meses en barricas de mismo material.

Este tinto, que busca reflejar con mayor precisión su entorno, se mostró más evolucionado, con aromas a fruta de baya roja madura, frambuesa, monte bajo y algo de chocolate con menta, que siguieron la línea de golosidad de los precedentes. Pequeña producción de unas 1,300 botellas.

Además de con éstos, la bodega tiene también un rosado elaborado a partir de Prieto Picudo y Alicante Bouschet, así como otras elaboraciones especiales.

Los enólogos Marta Ramas y Miguel Fisac encabezan este proyecto que en sus inicios contó también con la asesoría enológica de Raúl Pérez, un maestro de la mencía y la prieto picudo, quien, a pesar de ser leonés, curiosamente no había tenido contacto previo con la zona del Jamuz, que le sorprendió por el carácter único de sus viñas.

Los propietarios, Miguel Ángel Alonso y su mujer, María José Galera impulsan el proyecto que trabaja para recrear la esencia del territorio buscando la máxima expresión de cada una de sus pequeñas parcelas, practicando una viticultura integrada y potenciando al máximo los métodos tradicionales para convertirse en un testimonio vivo de la historia vitícola de los viñedos de la frontera del noroeste de España.

Dado su buen andar, en 2019 la bodega se incorporó a Grandes Pagos de España, una exclusiva agrupación de bodegas comprometidas con la excelencia en la elaboración y la capacidad para transmitir la singularidad de los terroirs que dan vida a los vinos de sus bodegas asociadas.

Siendo el único proyecto de vino en su área, la bodega, además de los vinos propios, también elabora para terceros vecinos, como es el caso del reconocido restaurante El Capricho, célebre por su maestría en el añejamiento de carnes.

A pesar de su relativa juventud, Fuentes del Silencio ya ha ido conformado su propia biblioteca de vinos para poder ir viendo su evolución con el tiempo.

Blanco o tintos, los de la bodega son vinos muy gastronómicos, con una gran aptitud para una amplia panoplia de recetas.

Unos atesoran prendas, otros deciden proteger el tesoro de las cepas viejas de vid y elaborar vino con su fruto. Es la riqueza de Fuentes del Silencio, una cirugía de elaboración, para hacer filigrana con el tiempo, que es aquí no hay duda que es oro.

 

Mira coberturas previas sobre los vinos de Fuentes del Silencio en este ENLACE.

 

27 de enero de 2025. Todos los derechos reservados ©

 

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Un cuarteto de etiquetas en tinto y blanco permitió a los asistentes tener una panorámica sucinta de un repertorio de botellas más amplio, y regido por vinos de limitada y limitadísima producción, dadas las minúsculas dimensiones de algunas de las parcelas donde se gestan.

El primero de ellos el Fuentes del Silencio Mataperezosa 2020, un blanco que procede de los viñedos viejos al norte del Valle, zona de mayor amplitud térmica y con suelos muy pobres, en los que hay fragmentos minerales, como la pizarra. El vino ensambla casi a medias palomino con Dona Branca (malvasía castellana), sazonadas con una pizca de godello, vides rastreras con una edad media de 90 años. Aunque la palomino está más identificada con Andalucía, la realidad es que tras la filoxera fue una uva que se introdujo en otras zonas de España, como el noroeste atlántico, por su mayor rendimiento.

Con racimo entero, cada variedad fermenta por separado en barricas de roble francés de 500 litros en las que permanecerá hasta 12 meses con sus lías realizando bâttonages periódicos. Menos de dos mil botellas se elaboran de este blanco muy mineral en nariz, con tonos cítricos y anisados, y alguna nota amielada con un pase por boca untuoso y un final fresco, con buena acidez.

 

La bodega tiene un máximo respeto por el medio ambiente y su viñedo no sólo sigue prácticas ecológicas que prescinden de pesticidas y herbicidas, sino que también cuenta con certificación ecológica.

Además del agua, que se dice tenía un alto contenido mineral en hierro, Herreros del Jamuz dispone de un clima soleado, gracias a la protección del Monte Teleno, que evita que entren las borrascas que muchas veces afectan el noroeste atlántico español, permitiendo cultivos con mínima intervención. La viña se extiende por unas 30 hectáreas y crece sobre suelos pobres, ácidos y poco fértiles, con poca materia orgánica, textura franco-limosa-arenosa, abundante piedra y materia silícea.

Treinta hectáreas en León, pero una superficie infinita que extiende allende España el néctar de sus uvas, como quedó demostrado con una visita de los propietarios de la bodega a Puerto Rico, donde los vinos de Fuentes del Silencio son representados por Mil Caminos Imports que, con el matrimonio y sus botellas, condujo una cata educativa maridada, rompiendo también el silencio de los vinos de esta zona tan singular en este importante mercado del vino caribeño.

 

Como en las viñas viejas, las variedades están a menudo mezcladas entre sí en el viñedo, lo que obliga en vendimia a pasar varias veces a recoger la uva, según su punto óptimo de maduración. La vendimia en el Jamuz tiende a ser más tardía que áreas vecinas.

Pero si además de la edad de sus cepas algo tiene de muy singular la viña es que algunas cepas se conducen de manera tan rastrera como las plantas de calabaza, una conducción que protege la uva del frío y el viento, ya que además de ese formato de cultivo, las vides están plantadas a una enorme altitud, otro elemento importante de la bodega, con viñas plantadas entre los 800 y 1,100 metros en un lienzo rojiverde.

 

Quizás por esa soledad imperturbable pudieron protegerse viñas ancestrales, muchas tan antiguas que son prefiloxéricas. Fue en ellas en las que quisieron poner el foco de la bodega, dedicándola a la elaboración de vinos singulares de producción limitada, dados los bajos rendimientos de esas cepas vetustas y relucientes como el oro.

Oro dicen que había antes en la zona y que fue para crear biodiversidad que se plantó viña, hoy protagonizada por las tintas mencía y prieto picudo, dos variedades de uva autóctonas de la provincia de León, acompañadas por la alicante bouschet, también conocida como garnacha tintorera, o la gran (grau) negro, una variedad escasa y originaria de Galicia, emparentada con la alicante bouschet.

 

El silencio se quiebra con el sonido del descorche y entonces resuena el hablar elocuente y musical de las botellas.

La partitura del vino enlaza los compases armoniosos de la tierra, el tiempo, las uvas y las gentes del despoblado Valle del Jamuz, territorio castellano casi en medio de la nada, forjando un eco en tierras silentes en las que la historia da voz a las cepas viejas de vid.

Territorio ubicado un poco más al sur de La Bañeza, casi en la frontera entre las provincias de León y Zamora, al Valle del Jamuz lo baña el río del mismo nombre, un torrente que desemboca en el río Duero. Larga es la historia del cultivo de uva en el valle, creando una zona con larga tradición vitivinícola para consumo propio, cuya producción se guardaba en cuevas junto a la ribera del río.

Entre quienes seguían esa tradición estaba la familia del Dr. Miguel Ángel Alonso. De origen francés-leonés y poseedores desde inicios del siglo XX de una bodega tradicional por aquellos lares, fue precisamente esta herencia la que inspiró una bodega que en la década del 2010 decidió establecer con su mujer, María José Galera, también médico, para recuperar el saber hacer tradicional de la zona y las cepas autóctonas de esta parte de la provincia de León. Así nació la bodega Fuentes del Silencio, que tomó su nombre de la gran cantidad de reservas que agua que provocaron que a Herreros del Jamuz, el municipio donde ubica la bodega, se conociera antaño como “el pueblo de las fuentes”, rompiendo con el rumor del agua el silencio de esta zona poco poblada de Castilla y León.

 

Fuentes del Silencio: la voz vínica del Jamuz

 

Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Fuentes del Silencio (C)