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Los códigos de Vieux Télégraphe  

 

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Además de este dúo en tinto y blanco que surte su uva exclusivamente del La Crau, los Brunier hacen una segunda etiqueta, Télégramme, que funde uva de éste y otros viñedos, y elaboran vinos en otras indicaciones geográficas del valle del Ródano, además de ser co propietarios de Domaine Les Pallières, en Gigondas, donde gestan un delicioso rosado pálido y rompe reglas denominacional, elaborado a la antigua usanza y que Daniel declaró tener poca intervención humana y muchísima divina. Un aceite de oliva y un queso de cabra que les ayuda a cambiar de aires diversifican un portfolio provenzal de vinos, donde hay otras etiquetas, como Mégaphone, designadas por instrumentos de comunicación.

Este 2018 celebrarán el 20mo aniversario de Massaya, un proyecto de vinos con el que colaboran en el Líbano, que con el Ródano comparte su mediterraneidad y Daniel define como una aventura humana en la que han logrado crear un vino con personalidad en un país lleno de retos pero también de terroirs y personas fabulosas, que les ha permitido aproximarse a la verdadera esencia del vino y a la de los hombres de honor.

A Daniel y Fréderic se han unido ya en los proyectos de vino sus respectivos hijos, Nicolas y Édouard, sexta generación de los Brunier, a quienes en lo familiar desean legarles una bodega próspera y en lo profesional una herencia de cada vez mayor elegancia y finesse en sus botellas, algo que inicialmente fue un gran desafío, pero desde hace algunos años se tornó en una travesía con vientos cada vez más favorables aunque todavía no alcance el nivel de finura perfecta.

“Si el Ródano tiene un verdadero sitial en el mundo del vino por la diversidad de sus vinos, su regularidad, su lado cercano al gusto, aún no conocemos lo suficiente la finura, la profundidad, la aptitud de envejecimiento de un gran Syrah del norte o de un gran Garnacha del Sur”, concluyó.

 

Marzo de 2018. Todos los derechos reservados (C). Más noticias de Vinos y Bebidas.

 

De la mano del sumiller Eduardo Dumont se degustaron las añadas 2012 y 2014 del Vieux Télégraphe La Crau Blanc, ensamblaje de garnacha blanca, roussane y y otras uvas. Preciosos vinos blancos, ambas añadas transpiraron mineralidad, con persistentes aromas a piedra y fino humo, notas de su paso por madera como almendras, toffees, tostados y especias, además de pinceladas a limón y mermelada de piña en el 2012 y tonos más florales y a mantequilla clarificada la de 2014. Ambos profusamente salinos, elegantes y muy persistentes, con algo más de volumen en boca el 2012 y más rectitud en el 2014.  

El recorrido por el Vieux Télégraphe La Crau tinto, un vino en que domina la garnacha acompañada en menor cuantía de syrah, mourvèdre y otras variedades incluyendo blancas, hizo escalas en cinco cosechas  ---2006, 2009, 2011, 2012 y 2013--- que fueron una montaña rusa de sensaciones donde los matices camaleónicos de cada etiqueta en evolución evidenciaron la complejidad de un conjunto que se destacó por su contundencia alcohólica, salinidad, buena tanicidad y también por su elegancia en el paladar. Dos tiempos bien definidos, con las dos primeras añadas remarcando sus notas tostadas, anisadas y balsámicas a enebro y regaliz, cedro, tabaco, castaña asada, piedras, alquitrán y guinda en licor, y las siguientes tres un perfil de frutas más vivas, abundantes notas especiadas, puntos almendrados y torrefactos, flores y hierbas aromáticas, incluso puntos cítricos, en vinos con profundo retrogusto, y gran redondez y persistencia en boca que acompañaron un menú de la chef María Melissa Vélez.

 

Hijo de Henri, junto con su hermano Frédéric se hizo cargo de la bodega en la década del 1980, haciéndola crecer mientras dejaban intacta la filosofía de los fundadores. Un equilibrio entre la tradición y la innovación que fluye de manera natural, con apenas los pequeños ajustes que dicte un paladar que atesora una hemeroteca de sensaciones sobre Vieux Télégraphe acumuladas a lo largo de mucho tiempo, y que pretende dar sentido de dirección para emplear las técnicas justas que propicien que la voz de las virtudes del terroir de La Crau hable con cada vez mayor volumen que sus defectos. “Técnica e intuición son importantes en la elaboración. La técnica ayuda a no cometer tonterías ni errores y la intuición a que el vino se distinga, refleje la añada y tenga una verdadera personalidad”, subrayó Brunier.

La agricultura lógica y biológica guía un minucioso manejo de la viña a lo largo del ciclo vegetativo de la uva, para que ésta sea el sobresaliente punto de partida del vino. Además de las muy viejas cepas de garnacha, en La Crau cultivan otras uvas blancas y tintas para concebir dos etiquetas premium que fueron el foco una magna degustación con que La Bodega de Méndez estrenó una serie de catas VIP para dar protagonismo a grandes vinos del mundo que quizás no han tenido entre los consumidores toda la divulgación que merecen.

Vieux Télégraphe persigue vinos con personalidad y equilibrio, primero reflejo del terroir y de la añada, y luego resultado de un envejecimiento que responda a ese reflejo. Vinos minerales, con aire salvaje, frescura, gran salinidad, potencial de guarda, con vocación más para comer que para catar. un perfil profundo y rotundo, complejo y armonioso, con esencia, carácter y estructura, pero sin opulencia.

Si Châteuneuf-du-Pape es el más célebre territorio del sur del valle del Ródano, Domaine du Vieux Télégraphe es la enseña vínica de Châteauneuf-du-Pape y su La Crau el más célebre cru de esa apelación. Su aristocracia radica precisamente en aquel complicado terreno, con una geología ancestral muy propicia a la viticultura y esa corona de cantos rodados, que proveen buen drenaje a las raíces y controlan el frío o el calor en el viñedo, confiriendo una mineralidad singular a los vinos que surgen de allí.

Denominador común entre la era del telégrafo y la del iPhone, el terroir es una perfecta y natural simbiosis de clima, suelo, uvas, historia y personas, que aporta a un área de producción cualidades singulares. Es también el catecismo que predican los Brunier, quienes se precian de cultivar y embotellar las diversas expresiones del terroir en Châteauneuf- du-Pape, donde reina la garnacha, una variedad de uva que se entiende de forma sobresaliente y transparente con el cru de La Crau.

“La garnacha es lo que nos define. Es la reina del sur del Ródano y, sobre todo, de Gigondas y Châteauneuf-du-Pape. Compleja, difícil, cambiante, sensible, hechizante, es por todo ello que la amamos y en función de ella y para ella que hemos construido nuestras bodegas de vinificación y crianza”, explicó Daniel Brunier.

En la era del WhatsApp los connaîsseurs eligen un viejo telégrafo para comunicarse con el terroir rodanés. Los códigos se marcan con gotas de vino que transcriben en copa la esencia de Châteauneuf-du-Pape y el espíritu de los Brunier.

En esa tierra bañada por el río Ródano donde antes moraron los Papas, los Brunier empezaron a comunicarse en el idioma de garnachas cuando en 1891 el patriarca Henri donó a su hijo Hyppolite un pedazo de tierra en uno de los puntos más altos de Châteauneuf-du-Pape, donde antes se instalara una torre de telégrafo para comunicar a Marsella y París.

Aquella cima se llamaba La Crau, un terreno inhóspito para la agricultura por su altitud, el fuerte azote del viento, otras inclemencias climatológicas y su casi interminable suelo minado de cantos rodados que aún así no amilanaron a Hyppolite, humilde y tenaz agricultor que plantó allí una pequeña viña para elaborar un vino casi para consumo personal.

Sorbo a sorbo, copa a copa, garnacha a garnacha, el vino comenzó a gustar a más y más gente, lo que le estimuló a incrementar la producción y a su hijo Jules a expandir la viña que surtía su uva, nombrando al proyecto Vieux Télégraphe. De Brunier en Brunier, tras la Segunda Guerra Mundial otro Henri, hijo de Jules, reformuló el proyecto implantando cambios radicales en el quehacer familiar del vino, transformando la viña, edificando una bodega, introduciendo avances tecnológicos a la vinificación, pero, sobre todo, construyendo y posicionando la marca Domaine du Vieux Télégraphe a nivel internacional.

Rosa Maria Gonzalez Lamas. Fotos: Domaine du Vieux Telégraphe (C)