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En ese sendero que comenzó desde abajo para tornarse parte del mundo efervescente de momentos especiales y construir un imperio líquido, Paul-François fue el primero en introducir botellas con siluetas singulares en el mundo del champán non-vintage. Esos paradigmas de diseño existían en champanes ultra-premium que ya llevaban otras marcas, pero lo que distinguió a Vranken es el haberlos utilizado en Demoiselle, una marca concebida para el consumo cotidiano de burbujas de champán.

Después de crear Demoiselle, Vranken adquirió Heidsieck Monopole, un champán con larga historia y el glamour de ser consumido por muchas casas reales europeas, aunque también con el estigma de haber sido el vertido a los pasajeros de primera clase en el mítico Titanic. Tras esta adquisición, en 2002 la de Pommery, una casa de champán cuya historia se remonta al siglo XIX y que es tal vez la cara más visible del hoy joven imperio creado por Paul.

El negocio del champán y los compromisos de Vranken

 

“La industria no ha decidido aún muy bien qué hacer ante la incertidumbre de los aranceles; es algo que no está en nuestro control, aunque sí ha habido algunos importadores en el mercado que se han aprovisionado masivamente de existencias en prevención a cualquier cambio importante en el negocio”, detalla.

De acuerdo a Pauline, el del champán es un sector que siempre ha estado muy unido y eso juega en favor de su producto. No hay sino que ver los avatares que le han sacudido a lo largo de la historia y cómo le han ayudado a salir cada vez más fuerte.

Quizás uno de los más recientes fue la epidemia del COVID, que puso muchas barreras a esas celebraciones en que se brindaba con champán, pero que una vez terminaron los confinamientos hizo que los consumidores se desquitaran de esa abstinencia festiva y multiplicaran sus celebraciones y sus descorches impulsando así un estallido de ventas para el vino en general.

Pero una vez las condiciones pre-pandémicas comenzaron a volverse rutinarias, esa explosión tan reverberante también se estabilizó, viendo como el mundo del vino ralentizó el paso acelerado que llevaba. “El error fue pensar que aquel boom continuaría indefinidamente. 2024 fue un año difícil para todos en el mundo del vino y Champagne no fue la excepción, pero no creo que el champán esté en crisis como algunos pudieran sugerir porque mantendrá el posicionamiento que siempre le ha caracterizado como vino de excepción para la celebración”.

Y es que Pauline lo tiene clarísimo a la hora de definir al champán con los términos que su padre le inculcó a ella, pasándose de Paul a Pauline. “Celebración y emoción. Esto es lo que distingue al champán” afirma la directiva. Por eso en su opinión puede que si se celebra menos se consuma menos champán, pero siempre el champán será la mejor opción para celebrar. “Champagne, como comunidad, ha hecho un buen trabajo en promover su vínculo con ese espíritu de celebración”, apunta.

No había aún nacido Pauline cuando Vranken se fundó, pero aunque desde pequeña haya sabido que por sus venas corría sangre de champán, su padre siempre la estimuló a ser “lo que quisiera”, dándole libertad de escoger qué quería ser de mayor sin que la empresa familiar condicionara su decisión. Su convencimiento de tener una mente muy física y matemática la llevó a interesarse por la ingeniería, que “tiene mucho de eso”, cruzando el Atlántico para completar sus estudios en una prestigiosa universidad neoyorkina. Conocimiento que, según ella, permanece toda la vida con quien lo adquiere, de ahí que esas destrezas académicas en un ramo que parecería poco enológico le sirvan hoy de mucho tras asumir la dirección de Vranken-Pommery América, que ella define como la “gerencia de un proyecto” con pasión, y un verdadero ensamblaje entre tecnología y tradición. La ingeniería la ha condimentado con conocimientos en enología, disciplina que ha estudiado un poco, amén de participar anualmente en las vendimias de zonas las regiones y países donde la empresa tiene propiedades.

A pesar de su dimensión como una de las casas de Champagne más grandes del mundo en términos de volumen y la mayor terrateniente de viña en Europa con unas 2,600 hectáreas distribuidas por Champagne, la Provenza, Camargue y el Douro, Vranken-Pommery sigue siendo una empresa familiar, dirigida por los padres de Pauline, con su madre Nathalie como CEO de la empresa a cargo de operación del día a día en Champagne y los otros proyectos de bodega que Vranken-Pommery tiene en las regiones francesas de Provenza y Camargue, y en el Douro portugués, y su padre como Presidente y más pendiente de la visión estratégica a largo plazo del negocio. En éste también participa su hermana Maïlys, quien la precedió a ella como CEO del negocio en América y ahora está de vuelta en Champagne para supervisar las finanzas de la empresa.

“Todas las decisiones las tomamos juntos porque esto es más que un mero negocio. Es también transmitir a todos la misma pasión que tenemos por lo que hacemos y nuestros productos, y asumir el reto de innovar tanto en viña como en vino a pesar de nuestro tamaño”, explica.

En 2021 la empresa dio un giro al convertirse en una Société À Mission, un nuevo status legal en Francia para sociedades que integren objetivos sociales y/o ambientales a sus estatutos, ajustando su manera de proceder para garantizar su cumplimiento. Las sociétés à mision se obligan a tener una misión y una rigurosidad en el cumplimiento de la misma, con estricto monitoreo de los planes de dos de sus pilares, el ambiente y la gente, primero con un compromiso de proteger el ambiente, segundo a la gente que trabaja en la empresa y tercero a la gente que trabaja para la empresa, como los viticultores, con quienes laboran estrechamente dando apoyo de forma que estén perfectamente sincronizados como un solo.

Ese compromiso con proteger su entorno ha llevado a la empresa en la dirección de utilizar prácticas lo más sustentables posibles, un esfuerzo que Pauline vigila muy de cerca para preservar que la tierra y la responsabilidad ambiental se mantengan como pilares de la misión empresarial.

Para 2021 el 97% de los viñedos de la empresa ya seguían una producción orgánica o incluso estaban certificados como orgánicos. De hecho, en el sur de Francia, a donde la empresa llegó en 2005 para incursionar en el glamour de los vinos rosados en la Provenza y Camargue, las viñas ya casi son 100% orgánicas, algo que si bien las condiciones del clima champañés no permiten, no son óbice para que allí se proteja la diversidad a su máximo potencial, creando incluso espacios de biodiversidad en los viñedos donde esa multiplicidad de flora y fauna ha permitido prescindir de pesticidas artificiales. Las ovejas se utilizan como fertilizantes naturales en la viña.

Como parte de ese compromiso con el ambiente Vranken-Pommery puede preciarse de haber sido pionera en introducir botellas más ligeras para reducir las emisiones de carbono, pero ésa no es la única acción en pro de la sostenibilidad. La empresa también cuida los recursos hídricos con varios procesos y máquinas que buscan reducir el consumo de agua, ha implementado procesos para el manejo de desperdicios y además presta mucha atención a los empaques y sus proveedores, quienes no importa en cuál proyecto participen tienen que adherirse a un estatuto con los preceptos que aplica la empresa matriz.

En Inglaterra, por ejemplo, donde Pommery fue la primera empresa de Champagne en plantar viña, cuentan on la certificación “Sustainable Wines of Great Britain” una certificación conferida por el gobierno inglés. En su viñedo de Hampshire también protegen una especie muy única de flor de amapola (poppy flower). En Camargue, en la Provenza francesa, tienen un centro de desechos en una superficie de 20 hectáreas donde no pueden plantar viña, de modo que éstos se reutilicen con potencial energético.

A Inglaterra llegaron en 2014 como parte de un proyecto de extraer la más excelsa efervescencia de la variedad Chardonnay en diversos lugares del mundo, además de en Champagne. Allí adquirieron Pinglestone Estate en Hampshire, donde elaboran el El Louis Pomméry, un espumoso que ya está disponible en estados como Texas, Florida o Nueva York, donde ha sido bien acogido por los consumidores que han mostrado mucha curiosidad por conocer algo diverso de las burbujas de Pommery que tanto les gustan. La empresa ha querido posicionar este producto también como algo distinto en materia de precio, en un rango intermedio entre los espumosos de California y el champán francés.

Pero no sólo en Inglaterra ha puesto un pie Vranken-Pommery, porque uno de los casi secretos mejor guardados de la maison es que desde 2017 entabló una colaboración con la bodega californiana Sebastiani para elaborar en sus facilidades un espumoso de la serie Louis Pommery, como segunda escala de esa búsqueda global de territorios para expresar las burbujas de Chardonnay. Contrario a otras casas de Champagne que sí han construido un proyecto de bodega en California, Pommery tiene elaboración, pero en bodega ajena, de la que nacen un espumoso brut y un Chardonnay tranquilo sin toque de madera.

 

 

El arte femenino en Pommery

 

La finura y la esencia son enseñas de Pommery, pero quizás lo más identitario de sus champanes es su definición y delicadeza aromática, en todos cautivadora, en todos distinta, pero siempre seductora como la fragante finura de un eau de parfum. Así es el Grand Cru Royal, un millésimé que se cata con Pauline. Suma a medias de Chardonnay y Pinot Noir, es un champán cuyas uvas proceden de 40 crus de las zonas más cotizadas de Côte des Blancs y Montagne de Reims, que solo se elabora en añadas excepcionales y del que se producen menos de 100 mil botellas. Es lo que sucedió en la añada 2009 llena de equilibrio, salinidad y frescura, con aromas a frutas blancas, bollería, frutos secos y hasta reminiscencias a trufa, en una perfecta conjunción de la complejidad que aporta la evolución, manteniendo la finura de su frescura y finísima burbuja.

Un reflejo del saber hacer de una casta con larguísima historia que detallamos en un pasado contenido, el Grand Cru Royal es un cava muy gastronómico y la gastronomía es precisamente algo que ensalza Vranken-Pomméry, que en sus cavas de Champagne tiene un restaurante en bodega que, según Pauline va muy bien, con su enfoque de recetas de la tradición francesa elaboradas con una visión contemporánea. Además de este Refectoire, la empresa tiene también un restaurante en París, el Lucas Carton, un local centenario de altísima cocina con estrella Michelin.

El sabor, el arte y la gastronomía van de la mano en Pommery, al igual que la mujer, que ha sido el hilván que ha ido llevando a Pomméry hacia el futuro desde que Louise Pommery ---sobre quien Pauline adelanta la maison sacará próximamente un libro--- pusiera en el siglo XIX los cimientos de lo que sería un imperio de vino.

Las mujeres han desempeñado un papel fundamental en el mundo del Champagne, y el caso de Vranken-Pommery no es la excepción, pues al igual que en su momento lo hizo Louise, hoy día son varios los altos cargos directivos regidos por féminas como Pauline, quien admite nunca haber sentido una distinción entre hombres y mujeres porque se crió en una empresa en la que la mujer siempre tuvo un protagonismo.

Su mamá Nathalie, estudió historia en La Sorbona y luego empezó una empresa de comunicación en París a los 23 años y fue precisamente buscando servicios para un evento de Pommery que sus progenitores se conocieron. Su abuela, a quien Pauline define como una gran influencia en su vida, es una mujer a quien su nieta describe como físicamente diminuta, pero que sorprende con su tesón como propietaria de una empresa de bienes raíces en París.

Siguiendo la pasión por el arte de la fundadora de la casa Pommery, Pauline y su madre han mantenido una tradición de abrir anualmente las cavas en la maison para la “Experiencia Pommery”, una feria de arte anual que permite a jóvenes artistas exhibir su talento, atrayendo a más de cien mil personas a la bodega de Pommery, una oportunidad también para la empresa de concebir nuevas ideas para el vino gestadas de la creatividad de las piezas que se exhiben, no en balde para ellos el vino es también arte. ¡Cómo no recordar las coquetas botellitas POP de Pommery que inundaron muchos lugares de entretenimiento por su fácil manejo y consumo, diseño y color y de las que Pauline confiesa siempre tener alguna en su refrigerador!

Mientras, el arte de las burbujas en Pommery sigue en efervescencia. Aunque aún no puede dar detalles, sí revela que Pommery, la cara más visible de Vranken, trabaja en dos nuevos proyectos, uno en pos de un champán más asequible y para consumo cotidiano, y otro, en dirección totalmente contraria, de crear otro “muy high-end”. Serán, sin dudas, más excusas para celebrar.

 

¿Dónde comprar?

Los champanes de Pommery y el Louis Pommery Califonia se consiguen en Puerto Rico en El Almacén del Vino de B. Fernández.

 

28 de marzo de 2025. Todos los derechos reservados © 

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Mientras el mundo se conmociona ante la incertidumbre de la extensión y el impacto de las guerras comerciales que le sacuden, Pauline Vranken no se amilana y en vez de sentarse a lamentarlo se monta en un avión para seguir convenciendo al mundo con una sonrisa charmante como rayo de sol que siempre habrá un motivo para celebrar que invitará a sus burbujas de champán a las copas de brindis de millones de ciudadanos del mundo.

Aunque no niegue que la situación es compleja, su optimismo irradia esperanza, esa que siempre guía a la juventud. Por edad lo es, pero por experiencia en el mundo del vino tal vez no. Segunda generación de la casa Vranken-Pommery-Monopole, a sus 25 años Pauline no siempre está haciendo las cosas que harían otros jóvenes de su edad. Detrás de esa luminosidad que irradia y energía que transmite, hay una sólida preparación y un conocimiento meticuloso del mundo del vino, tan bueno que a sus pocos años ya inspiró a su padre la suficiente confianza para nombrarla CEO de la casa Vranken para el mercado americano.

Joven, aunque no tanto como Pauline, es la casa Vranken. Y es que a pesar de que Pommery tiene una larga historia que se remonta al siglo XIX, mucho más joven es la de Vranken, una empresa relativamente joven en el mundo del vino. Fue Paul-François Vranken, padre de Pauline y belga de nacimiento aunque luego se hiciera francés, quien la fundó en 1988, concretando su sueño de tener un champán que retratara aquel espíritu de celebración que le inspiraron las numerosas visitas que hizo de joven a Champagne con su padre. Perseguía, según su hija, ese producto para crear el “momento especial” que da el champán. “Puedes comprarte un bolso de Chanel y te durará toda la vida. Pero la diferencia con el champán es la magia del instante”, acota Pauline, durante una visita a Puerto Rico.

Vranken-Pommery, siempre habrá una razón para celebrar

 

Texto: Rosa María González Lamas. Fotos: Vranken-Pommery Web, Wine Spectator y Otras fuentes.